Canvas of Life

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La vida hace de nosotros lo que somos, en un instante imprevisible.

martes, 15 de marzo de 2016

De piropos y otros demonios

¡Extra¡ ¡Extra!
¡Otro acosador encarcelado por levantarle la falda a una muchacha!
¡Extra! ¡Extra!


Caso 1, en Cd. Nezahualcóyotl, Estado de México

Mi hermana y yo íbamos a la tienda a comprar dulces, yo tenía 11 años y ella 7 años. Ese día había tianguis en la calle, así que la esquina estaba bloqueada por puestos y coches y camionetas de carga. Casi llegando a la esquina un hombre de tez morena y muy desalineado, en aparente estado de ebriedad, nos decía  - ¡Ey, niñas, miren! -, justo en el momento en el que tomaba con la mano su pene y lo sacudia con gran entusiasmo. Mi hermana y yo gritamos y regresamos corriendo a casa, contamos lo sucedido a mamá a lo que ella respondió con un ¡Ah que jijo de su reputisima madre!, lo único que recuerdo es que tomó un tabique y salió corriendo. Nosotras la mirábamos desde la mitad de la calle y vimos como arrojó el tabique al tipo y este salió despavorido.

Ajá, el tipo estaba borracho, ajá, el tipo padece de sus facultades mentales, ajá, shi shi ajá, ¿y cómo carajos explicas que sabía que eramos niñas y qué teníamos que mirar?.

Caso 2, en el Mpio. Los Reyes, La Paz, Estado de México

Yo tenía como 17 años y estaba en el primer año de la licenciatura, normalmente llegaba muy tarde a casa porque las sesiones de laboratorio se extendían pero ese día el profesor estaba ocupado así que decidí regresar temprano. Tomé el autobús de siempre, llegué al metro Santa Martha y después abordé la combi que habitualmente me llevaba hasta la casa de mi madre. Bajé de la combi y crucé la avenida, no había ningún coche y sólo había algunas personas transitando con sus bolsas de mandado. Al llegar a la esquina que doblaba hacia la casa escuché el rechinido de las llantas de un coche, volteé debido al estruendo, era un pointer color blanco con los vidrios de las ventanas polarizados que de pronto se paró en seco justo detrás de mi sobre la calle. No recuerdo bien si en el coche había cuatro o cinco hombres, pero uno de los que iba atrás abrió la puerta de un empujó y dijo,

- ¿Tons qué nos la subimos?

A lo que uno que iba adelante contestó

- ¡Ps si güey pero ya porque....!

Y su frase no terminó, simplemente cerraron la puerta y arrancaron como si el coche fuera a acelerar como un mustang o algo por el estilo, como alma que lleva el diablo se fueron y no los volví a ver. Sólo estaba a tres metros de la puerta de mi casa y mi corazón latía como si se fuera a salir, como si hubiera visto al mismo Diablo yo misma. Detrás de mi apareció una señora que traía su bolsa de mandado y sólo me sonrió, yo me limité a regresarle una sonrisa temblorosa y metí la llave en la puerta.  Ya dentro de mi casa abracé a mi mamá y le conté lo sucedido, ella salió a la calle como una leona a quien le han hecho algo a alguno de sus cachorros pero tampoco vio nada. A la siguiente mañana yo no tenía ni tantitas ganas de salir, siquiera a la tienda por un kilo de huevo, o a la panadería, mucho menos a la escuela.

Caso 3, en el mismo infierno del Estado de México

En ese mismo lugar en donde vivía antes con mi madre, en la misma calle pero no a la misma hora, eran aproximadamente las 5:30am cuando justo afuera de mi casa se escuchó el grito de una chica pidiendo auxilio,

- Aaaaaaaaaaaaahhh ¡Auxilio!

De el otro lado de la calle se escuchó a su vez

- ¡Déjala hijo de tu puta madre!

Mi madre salió en putiza (esa es la expresión que usa mi mamá cuando dice que salió rápido), con un tubo de acero inoxidable en una mano y las llaves en la otra, abrió la puerta y sólo alcanzó a ver a una chica corriendo hacia la esquina para llegar a la avenida en donde pasaban las combis que te llevan al metro Santa Martha. Cuando volteó su cabeza hacia la derecha, por el otro lado de la avenida ella pudo apreciar como un hombre con cachucha iba en una bicicleta a toda prisa. La chica llevaba uniforme escolar, mi mamá recuerda que tenía entre 16 o 18 años y cuando ella quizo hablarle la chica ya había abordado la combi. Mi mamá preguntó al vecino de enfrente, que también estaba en pijama afuera, lo que había pasado

- ¿Oiga? ¿Usted vió qué pasó?

- Si, yo me estaba fumando mi cigarro como siempre en el balcón, cuando vi que un tipo en una bicicleta se avalanzó sobre la niña que pasaba por aquí. Yo le grité que la dejara y me bajé rápido para alcanzarlo pero cuando salí ya había tomado su bicicleta y en chinga se fue.

- Entonces quizo abusar de ella, debemos estar más alertas ahora.

¿ Y las patrullas que según hacen rondines en donde carajos estaban?


Caso 4, en el "no pasa nada" del D.F.

Desde hace algunas semanas (o meses) tenía en mente escribir sobre este tema, mis ganas aumentaron un día común y habitual. No recuerdo si fue un jueves o viernes, yo me iba a trasladar a la ciudad de Cuernavaca y había tomado la línea 2 del metro. Me subí (como es costumbre) en la estación Chabacano en dirección hacia Taxqueña, vestía un short de mezclilla que dejaba a la luz un tatuaje que poseo en la pierna izquierda y una playera floja de Led Zeppelin, estaba cargando mi mochilota pero no había lugar para sentarme así que sólo esperé a que el transporte siguiera su curso y me llevara a mi destino.  Justo ese día el calor era insoportable, aunque no había tanta gente en el vagón, y varias chicas vestían de forma análoga a mi atuendo. Yo estaba recargada en el tubo contiguo a la entrada la puerta que abre por el lado izquierdo, en esa misma dirección  había un hombre caucásico que leía el periódico, estaba sentado y vestía con un traje, a simple vista parecía tener entre 45 y 55 años. Yo miraba hacia la avenida, ausente as usual de todo y todos. Cuando estaba en la estación Xola se me ocurrió voltear hacía mi lado derecho y el hombre que estaba sentado me miraba detenidamente, pero no de una forma curiosa y normal. Al principio yo no me había percatado de su insistente atención, pero al llegar a la estación General Anaya voltée de forma directa y sin ningún descaro el hombre pasó su lengua por entre sus labios como si estuviera saboreando algo apetitoso. En ese momento yo enfurecí, me quité las gafas y le dije (¿o le grité?):

- ¡¿Sabe que en algún lugar un viejo pedófilo está haciendo lo mismo que acaba usted de hacerme al ver a su hija?!

El hombre se quedó petrificado, se guardó su lengua (o se la tragó, no sé), un color rojo invadió su rostro, y casi parecía que quería meterse dentro de su periódico. Yo no quise voltear a mi alrededor porque lo único que quería era llegar a Taxqueña y largarme para mi casita, pero no se escuchó nada, ni un susurro, ni un suspiro, ni un "pinche viejo cochino deje en paz a la señorita".

Resultados y Discusión

Los casos que acabo de mencionar desafortunadamente no son los únicos que he presenciado, tal vez no podría numerarlos. No soy la única a la que le ha estado en este tipo de situaciones, yo sé que tú también, tú que estás leyendo esto.

Este es el día a día, siempre nos enfrentamos a algunas cosas muy parecidas, y me gustaría puntualizar algo: los tres puntos que señala la sociedad (hombres y mujeres) como justificación por el hecho que reciba tantas "atenciones" de los hombres son:

1. ¡Es que estás bonita y eres güerita!
2. ¡Es que pus estás bien buena!
3. ¡Es que tienes cara de mensa por eso se aprovechan!

No importa si eres güerita, delgada, gordibuena, morena, blanca, amarilla, rosa, alta, azul, un alien, gatúbela, la mujer maravilla, ama de casa, científica, administradora, ingeniera, madre, hija, esposa, bióloga, psicóloga, etc., etc., etc. No importa cuál sea tu naturaleza ni cual sea tu afición, tu orientación sexual o tu profesión, ¡TODAS Y TODOS MERECEMOS EL MISMO RESPETO! Porque este tipo agresiones no sólo las hemos recibido mujeres durante mucho tiempo, también hombres, mujeres transgénero, hombres transgénero, y toda la lista que me falta (sólo es por hacer énfasis).

Yo me pregunto ¿qué pasará por su cabeza cuando cometen ese tipo de agresión? ¡Ey! ¡Oye! Si tú eres de los que hace eso ¿podrías responder esta pregunta?

Yo también voy a confesar, no lo voy a negar, cuando veo a algún chico o chica que me resulta atractivo me atrevo a mirarlo o mirarla discretamente, pero no pasa de ahí ¡NO DEBE PASAR DE AHÍ! Una mirada insistente es acoso. También me han tocado los piropos "buena onda" como:

- Disculpe el atrevimiento señorita, pero es usted muy bonita

Y también

- Oh, miren ¡un ángel ha caído del cielo!

Ajá, qué padre, qué chido, si muy bonito tu piropo pero ¿alguien pidió tu opinión? ¡Ah! NO ¿verdad? Lo único que me queda es decir "Gracias", con una sonrisa estúpida.

Si todos y todas aprendiéramos, entendiéramos, comprediéramos lo que significa el respeto este tipo de cosas no pasarían. Si el gobierno tomara medidas drásticas con respecto a otro tipo de faltas, si las leyes se hicieran cumplir y se respetaran los derechos me atrevo a decir que faltas más graves podrían preveerse (Viva la Utopía, Viva). ¿Cómo es que alguien puede pasar de decir un simple piropo a cometer un feminicidio? Ya no digamos feminicidio, un homicidio en general.

Tenemos que parar esto, debemos aprender a defendernos y protegernos los unos a los otros. Es responsabilidad nuestra hacer que nuestras hijas e hijos, hermanas y hermanos, primas y primos, tíos y tías, madres y padres, amigos y amigas, que todos se percaten de este gran problema y cómo ha comenzado. Pero ¿cómo hacemos que el gobierno se percate de esto? Ah, si, buen punto, ¿van a esperar a que todas las mujeres del Distrito Federal estemos muertas, o en el Estado de México, o en Cd. Juárez?



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