Canvas of Life

Canvas of Life
La vida hace de nosotros lo que somos, en un instante imprevisible.

jueves, 23 de agosto de 2012

Un viaje


La noche me abruma,
es vana y oscura;
esa extraña criatura, corro pero me alcanza.
No quiero que me atraiga ese fulgor que me mata.

Pero otra vez en sus manos caigo rendida
otra vez aquí vamos, un viaje, perdida.
"Olas en mis ojos y mi cabello rojo".
No puedo ver lo que existe;
otra dimensión abriste y mi fuego encendiste.

Digo ¡no!, y caigo de nuevo;
al colapso me aviento, todo es perfecto.
Digo ¡no!, y caigo de nuevo;
un pozo sin fondo, entre el humo me escondo.

Y otra vez aquí vamos: caigo rendida.
Me arrastro entre gusanos, un viaje, perdida.
La gente dice y no sabe, habla con la lengua suelta;
¡no me escucha y no ve!
No hay peor ciego que  el que no quiere ver.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Un pozo sin fondo,
escucho sollozos.
Me alejo de todo,
es mi calabozo.

Basura de mundanos, preciosa huida.
Otra vez aquí vamos, la llama está encendida.
Otra vez es mi amo un papel blanco.
Otra vez aquí vamos, un viaje, perdida;
mi vida vacía.

Mi dolor


Hoy me destrozaste,
dentro de un hoyo me dejaste.
Te bastó un segundo hundirme hasta lo más profundo.

Mis ojos se secan
y mis piernas doblegan;
no sé a dónde correr,
nunca lo quise saber.

Fue mi culpa tal vez;
fue la tuya, no sé.
¿A dónde quieres que vaya?
Si mi alma está exiliada;
en las tinieblas se encuentra,
la oscuridad me acecha.

No quiero pensar en cómo fue que perdiste mi sentido.
No quiero pensar el por qué el respeto se ha perdido.

Me siento morir
y quisiera a otro mundo partir.
No encuentro el camino.

Tus ojos me guiaban,
¡Ja! Creía que me guiaban,
Solo veo que tu burla causó mi dolor
y ahora me sumerjo en este inmenso ardor.


Quiero


Otro día más,
no quiero mi cabeza levantar.
Un día más,
no quieren mis ojos mirar

Ayer me conté un secreto:
mi soledad va en aumento.
Ayer le conté un secreto:
la sonrisa se esconde delante de un muerto.

No quiero espejos,
siempre es el mismo reflejo;
mi cabello alborotado
y en mi boca un candado.

Yo quiero gritar,
quiero aprender a volar.
Estoy cansada de soñar;
estoy cansada de ver a la niña llorar.

¡Yo quiero gritar!
Quiero de vuelta mi pensar,
quiero saber qué se siente descansar un alma encadenada

Ya no quiero sin rumbo caminar
¡mi esperanza está rota!,
y desgastadas mis botas.

Mi guitarra no suena más,
dormida mi alma está.
Quiero mis cuerdas tocar,
y quiero mis labios con los suyos mojar.
Quiero salir, quiero vibrar;
quiero a otro mundo expirar.



jueves, 2 de agosto de 2012

De chocolates, gatos y vida


No sé tú, pero a mi me gusta el chocolate. La sensación de abrir el empaque que envuelve el híbrido de cocoa, es como el sentido común, reconoces el olor y te mueve. Ese sentimiento cuando lo desenvuelves y lo admiras, lo hueles para después tomar un trozo y colocarlo en tu boca. 

Lo saboreas, ¿a qué se parece?. A mi me vienen más los amargos, se asemejan más a mi realidad. Y es que si no fuese por la agudeza con que mi paladar desvanece un pedazo de chocolate amargo, creería que no hay otra cosa más agria y dulce a la vez que la vida.

Yo pienso que la vida tiene zonas amargas y zonas dulces, zonas al fin de cuentas: pero en el rango del límite, en donde se encuentra lo amargo con lo dulce, es lo que hace sentir. Pero sentir no es más que un pasadizo, un túnel que te lleva a la gloria; la gloria no siempre es victoria. Estar en un límite, cóncavo tal vez, en donde se encuentra lo amargo con lo dulce, no es fácil. Son dos sentimientos distintos, te gusta y no. Pero a final de cuentas, aquello que duele y gusta se disfruta más que aquello que sólo gusta. Yo lo disfruto, lo saboreo, lo toco y siento, áspera superficie; si no duele, no sirve.

Ese sentimiento de comer un chocolate amargo es como llorar y reír a la vez. Me encanta. Un chocolate con 70% de cocoa se asemeja al 70% de pesimismo en mi vida. Y es que si no fuera tan melancólica y desesperanzada, no me surgirían ideas como luciérnagas dentro de una cueva, ni tendría concepto de libre albedrío tan sujeto a los sentimientos humanos. 

Pero no es el sabor de la glucosa,  es lo que provoca la mezcla con teobromina. Una ligera sensación deleitosa, es como una esperanza, una luz al final de un acerbo túnel. Todo se asemeja a las chispas de una idea que te salva de un problema abismal, o tal vez no. Las ideas sumisas, blancas e inocentes. Son esas las que salvan al náufrago de morir sobre las olas. Utilizo la metáfora del náufrago para no herir a los que a diario caminan con cara larga sobre el asfalto.

Sin embargo, a veces quisiera ser como los gatos, el chocolate les hace tanto daño que es preferible que jamás lo consuman; total, su sentido del gusto casi no percibe su sabor. Los gatos tan independientes, ajenos e indiferentes; los amos de la delgada línea del inframundo.

Si no fuera por los gatos y el chocolate amargo, no entendería de verdad lo que significa el contraste y el complemento, lo que significa una estancia corpórea. Por un lado tenemos al felino que te mira con ternura pero rasguña tu pierna; por otro lado está la dulzura-amarga de los olmecas. Y es que no hay pez sin mar y mar sin bravías olas; no hay vagabundo sin suerte ni vida sin muerte. Entonces algunos no entienden, no comprenden que después del maremoto el agua se apacigua y vuelve todo a su curso.