Mi madre

Recuerdo cuando tenía 5 años y mamá decía que no me dejaría ver televisión; ella comentaba a diario que esa caja lo único que producía era cerebros muertos.

Cuando ingresé a la escuela primaria, me sentaba a pensar si los niños que asistían al salón de clases veían televisión o su madre los ponía a leer a Mafalda, las obras de Oscar Wilde o a la décima musa,  al igual que la mía. No era de esperarse que, al asistir a una escuela pública en donde un amplio sector de la población carece de información, todos los niños fueran lectores cultivados.

Como es natural, la mayor parte de las cosas que leía de aquella obra de Quino o de la décima musa aún no las comprendía, pero siempre estaba quien me respondiera y diera una explicación a cuenta gotas: mi madre.

Si es culpa de alguien mi espíritu aventurero, literario, científico y revolucionario, aquella mujer se adjudica todas las respuestas. Como aquel día de mi onceavo cumpleaños cuando decidí convertirme en científica.