Canvas of Life

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La vida hace de nosotros lo que somos, en un instante imprevisible.

viernes, 15 de junio de 2012

La niña

Yo soy mexicana, y radico en el Distrito Federal (DF). Gran parte de mi vida estuve en la tierra seca, en donde es triste la vida sino tienes un coche y pasaporte; aún después de tantos años, sigo de igual manera viendo a Tijuana como un lugar desalentador.

En mis recuerdos, yacen imágenes que jamás podré olvidar; cuales fotografías, niños bajando del monte, de la colina, con los zapatos roídos, la ropa arrugada, el cabello despeinado por el viento y sin los padres helicóptero; como era costumbre observar en mi escuela primara a la que había asistido en el DF. En la hora del receso, yo sacaba mi "lunch" que mamá había preparado para mi y a su vez esperaba que mis compañeros copiaran el acto, y la sopresa fue mía, al preguntar a una niña alta y delgada, de tez blanca y ojos esmeralda, cabello largo, rubio y despeinado - ¿Trajiste tu lunch?- a lo que constestó - No, es que mi mamá aún no compra la despensa - yo volví a preguntar - Y entonces ¿No haz desayunado? - y dijo: - No. Yo tomé la mitad de la torta de jamón que había preparado mi madre con tanto gusto, y una manzana, las cuales compartí con Jessica. 

Al igual que Jessica, muchos niños del 6o grado en la escuela primaria, no asistían a la escuela con un lunch preparado por mamá o un desayuno tomado desde casa, e incluso era muy extraño observar a padres de familia merodeando por la escuela. A mis 10 años, entendía que esa situación provocaba los desmayos repentinos en los salones de clase, las bajas calificaciones y el pobre aprendizaje.  

Cuando merodeaba por los alrededores de la escuela, podía observar a lo lejos pequeños grupos de niños jugando en las calles sin supervisión alguna. Las calles empedradas, con baches y coladeras destapadas, los charcos de agua, los automóviles desvalijados, no eran un panorama agradable y mucho menos un ambiente en donde los niños debían jugar. Me causaba tristeza ver que los niños no podían asistir a la escuela, que sus padres no estaban ahí para cuidarlos y alentarlos; mucho menos, para los que asistían a la escuela,  darles el desayuno o asistir con la profesora y preguntar en qué estaban fallando sus hijos. 

Un día pregunté a Jessica por qué su mamá y su papá nunca estaban en casa, a lo que ella contestó: - Mi papá se fue pa'l otro lado, y mi mamá trabaja desde tempranito en un lugar en donde hacen ropa. Ella tenía un hermano menor que cuidaba y al que preparaba la comida cuando su mamá aún no regresaba de trabajar. Mi mamá decía que el caso de Jessica no era el único en la ciudad, la mayor parte de los niños de su edad ni siquiera podían asistir a la escuela y que algunos se veían obligados a trabajar. 

Lo más lamentable es que fue hace más de diez años que viví este asunto, y cuando voy de viaje por aquellos lugares, observo que la situación sigue siendo la misma. 

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